Poëzie

24 december 2004

De sus entrañas vencido
por nuestro solo interesse
y de las tuyas salido
para ser muerto nascido
porque el muerto renasciesse,
la divinal magestad
de nuestro muy alto Rey
luego en su natividad
quiso estar por humildad
entre un asno y un buey.

   Oh fijo de dios eterno!
Quién piensa tal desvarío
que seyendo niño tan tierno
y en lo peor del invierno
no estavas muerto de frío?
Mas aquel fuego de amor
en el portal de Belén
te escalentó, redentor,
que despues, cuando mayor,
te mató en Jerusalén.

La tu alta señoría,
Oh muy gran hijo de Dios!
en tanto resplandecía
en lugar do yazía
con las animales dos,
que si el sol se cotejara
contigo, santo luzero
tan disforme se fallara
como la hermoso cara
en el espejo de azero.

   Cual estavas, quién te viera
cercado de resplandor!
Oh quién presente estoviera
para ser, si ser podiera,
pesebre de su señor!
Pes llorad, fieles varones
   en este duro comienco,
la durez de los vigones
la falta de los colchones
y la pobreza del lienzo.

   La compassión de natura
llorad, y de la bondad
con que la virgen procura
de empañar su criatura
llegada de piedad;
y mientra lo está enbolviendo,
haved compassión del viejo
que quebrantado, moriendo,
anda al pecador barriendo
aquel santo potalejo.

   Qué pensava, qué dezía
en aquel tiempo y sazón
la madre virgen María,
ningun seso no podría
recontarlo al coracon;
con el alma lo adorava,
con el cuerpo lo servía,
y con amos se alterava
cuando ser Dios contemplava
el hijo que el paría.

   Oh, tan celestial muger,
que en el mundo merescío,
sin dexar de virgen ser,
ver de sí mesma nascer
al mismo que la crió!
Cuán digno de ser loado
es el vientre de tal madre
do quiso ser encarnado
el mismo Dios engendrado
eternalmente del Padre

Fray Íñigo de Mendoza (1424 – 1502)